Continuación de amanecer, lee el primer capitulo y mas novelas en porupo.moe
Haruka no pudo evitar sonreír genuinamente ante el entusiasmo de Miyu, pero el peso en su pecho permanecía. Mientras caminaban de regreso a la casa, Haruka sentía que había tanto que quería decir, pero las palabras no salían. Tenía miedo de romper la frágil normalidad que había construido entre ellas.
La casa de los abuelos estaba tranquila cuando llegaron. Miyu saludó a So-Yun y a los abuelos con su habitual calidez y educación, ganándose de inmediato el cariño de ambos. Haruka observaba a su novia moverse con facilidad entre ellos, como si formara parte de la familia. Y en cierto modo, lo hacía. Pero había algo más, algo que Haruka no había tenido el valor de enfrentar.
Esa noche, después de que todos se retiraran, Miyu y Haruka se quedaron solas en la pequeña habitación que compartían. La habitación era modesta, pero acogedora, con un futón para cada una. Sin embargo, ambas sabían que no dormirían separadas. Haruka se sentía inquieta, atrapada entre la necesidad de proximidad y el miedo a lo que podría surgir en esa intimidad.
“Haruka,” dijo Miyu en voz baja, mientras se deslizaban bajo las mantas juntas. “Siento que has estado distante. ¿Pasa algo?”
Haruka suspiró. Había esperado esa pregunta, pero no estaba preparada para responderla. “No lo sé… tal vez solo estoy abrumada,” confesó, evitando la mirada de Miyu.
“Eso lo entiendo. Ha sido un tiempo difícil para ti,” dijo Miyu, su tono lleno de comprensión. “Pero estoy aquí para ti, ¿sabes?”
Haruka cerró los ojos, sintiendo las lágrimas acumularse, aunque no sabía exactamente por qué. Sentía el amor de Miyu, pero también sentía que no lo merecía. “¿Por qué es tan difícil dejarla entrar por completo?“ pensaba mientras su corazón luchaba por mantener las paredes que había construido.
“Gracias,” murmuró Haruka, sabiendo que esas palabras no eran suficientes para expresar lo que realmente estaba sintiendo. “Es solo que… no sé si puedo hablar de todo lo que estoy pasando. Ni siquiera sé cómo ponerlo en palabras.”
Miyu la abrazó más fuerte, su presencia un consuelo silencioso. “No tienes que tener todas las respuestas ahora. Yo solo quiero estar a tu lado, incluso si no hablas. No voy a forzarte a que me digas nada. Pero no quiero que sientas que estás sola en esto.”
Haruka abrió los ojos, mirando el techo en la penumbra. Sabía que Miyu tenía razón, pero el miedo a enfrentar su propio dolor era abrumador. Sabía que necesitaba soltar todo lo que había estado guardando, pero temía que si lo hacía, sería demasiado para Miyu.
“¿Y si la estoy arrastrando a algo que no debería enfrentar?“ pensó Haruka, sintiendo la culpa crecer dentro de ella. “No debería cargarla con mis problemas. Ella tiene su propia vida, sus propios sueños. ¿Qué derecho tengo de pedirle que se quede a mi lado cuando ni siquiera puedo enfrentar lo que siento?“
Miyu, como si pudiera leer sus pensamientos, susurró suavemente: “No eres una carga, Haruka. Lo que estás sintiendo es real, y no quiero que te sientas culpable por eso. Te amo, y eso significa que estoy aquí para lo bueno y lo malo. ¿Está bien?”
Haruka finalmente se giró para mirarla, sus ojos encontrándose en la oscuridad. Las lágrimas que había estado reteniendo finalmente comenzaron a caer, y Miyu las secó con suavidad, sin decir nada más.
El silencio entre ellas era reconfortante, pero estaba lleno de la tensión de todo lo que aún no se había dicho. Haruka sabía que no podía seguir guardando todo dentro. Aunque no tenía todas las respuestas, sabía que no podía seguir ocultándose, especialmente de Miyu, quien había estado a su lado en los momentos más oscuros.
Después de unos momentos, Haruka respiró hondo, sabiendo que tenía que empezar en algún lugar, aunque fuera pequeño. “A veces siento que no sé quién soy sin mi papá,” confesó en voz baja, su voz temblando un poco. “Siento que he estado actuando como si estuviera bien, pero no lo estoy. Y no quiero arrastrarte a esto, pero al mismo tiempo, te necesito.”
Miyu la miró, su expresión tranquila pero seria. “Lo que sientes es válido, Haruka. No tienes que enfrentarlo sola. Te prometo que no me estás arrastrando a nada que no quiera enfrentar contigo.”
Haruka asintió lentamente, permitiendo que esas palabras se asentaran en su corazón. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero tal vez no tenía que recorrerlo sola.
Los días siguientes pasaron con la misma mezcla de calidez familiar y tristeza subyacente. Las comidas con sus abuelos eran una constante recordatorio de los tiempos felices que habían compartido cuando su padre estaba vivo, pero también eran un recordatorio de su ausencia. Haruka intentaba mantenerse presente, pero a menudo se encontraba perdida en sus propios pensamientos, luchando por no dejarse llevar por la tristeza.
Una tarde, mientras paseaban por el jardín de los abuelos, Miyu tomó la mano de Haruka. “Quiero que sepas que estar aquí contigo significa mucho para mí,” dijo suavemente. “Verte lidiar con todo esto me hace admirarte aún más. Eres más fuerte de lo que crees.”
Haruka bajó la mirada, sintiendo una mezcla de gratitud y dolor. “No me siento fuerte,” admitió. “Me siento rota la mayor parte del tiempo.”
“Está bien sentirte así,” respondió Miyu. “La fuerza no significa no sentir dolor. Significa seguir adelante a pesar de él. Y te he visto hacer eso todos los días.”
Las palabras de Miyu resonaron en Haruka, y por primera vez en mucho tiempo, sintió un rayo de esperanza. Quizás, con el tiempo, aprendería a lidiar con la pérdida, a aceptar que el dolor siempre estaría allí, pero que también había espacio para la alegría, para el amor.
Esa noche, mientras se preparaban para regresar a Japón, Haruka se permitió un momento de reflexión. Sabía que el viaje no había resuelto todos sus problemas, pero también sabía que había dado un paso importante al enfrentar lo que sentía, al abrirse a Miyu y permitirse sentir el apoyo de su madre y sus abuelos.
“No sé cuánto tiempo me llevará sanar,“ pensó Haruka mientras miraba la luna desde la ventana de su habitación. “Pero al menos ahora sé que no estoy sola.“