Continuación de amanecer, lee el primer capitulo y mas novelas en porupo.moe
El avión descendía lentamente, y Haruka sintió cómo sus pensamientos comenzaban a acelerarse. A través de la ventana, las luces de la ciudad de Seúl titilaban en la distancia, y debajo de ellas, el paisaje nocturno de Corea se desplegaba como un fino lienzo de sombras y luces. A pesar de la vista impresionante, el corazón de Haruka estaba atrapado en un torbellino de emociones difíciles de nombrar.
“Es solo otro viaje… he hecho esto muchas veces,” pensaba, pero sabía que este viaje era diferente. Era el primer Chuseok que pasarían sin su padre.
Miró de reojo a su madre, So-Yun, que dormía profundamente en el asiento a su lado. Su rostro, iluminado de manera tenue por las luces del avión, parecía en paz, pero Haruka sabía que esa calma exterior no reflejaba lo que su madre sentía en realidad. So-Yun había sido fuerte durante los últimos meses, o al menos eso había intentado mostrar. Para Haruka, su madre siempre había sido una mujer impresionante: hermosa, elegante, segura. Pero incluso ella había mostrado grietas desde la muerte de su padre.
Haruka apartó la mirada, enfocando su atención en las luces lejanas. No era solo la pérdida de su padre lo que la inquietaba. En realidad, había algo más, algo que había estado creciendo dentro de ella, una sensación de vacío, de desconexión, que no podía sacudirse. Y aunque Miyu había sido su ancla, Haruka no podía dejar de preguntarse si estaba usando a su amiga, ahora pareja, como una forma de evitar enfrentar el dolor que sentía.
“¿Por qué aceptó venir conmigo?”, se preguntaba mientras entrelazaba sus manos, buscando un consuelo que no encontraba. “¿Es porque no sé cómo enfrentar esto sola? ¿O porque temía que, si me quedaba sola, todo se derrumbaría?”
El avión aterrizó con suavidad, y So-Yun se despertó, estirándose en su asiento y dándole a Haruka una cálida sonrisa. “Estamos en casa,” dijo suavemente, con un tono cargado de nostalgia. “Los abuelos estarán emocionados de vernos.”
El dolor, la familia y la búsqueda de identidad
Haruka sonrió débilmente, aunque una parte de ella se sentía distante, desconectada del momento. Recordaba cómo solían ser esos viajes a Corea cuando era más joven, una mezcla de emoción y calidez. Los recuerdos de ver a sus abuelos siempre la llenaban de alegría. Pero ahora, esa felicidad se sentía lejana, como si perteneciera a una versión anterior de ella misma, una versión que ya no existía.
La casa de los abuelos estaba en las afueras de Seúl, un lugar tranquilo donde el aire siempre olía a hierba fresca y el tiempo parecía pasar más despacio. Haruka siempre había apreciado la calma del lugar, pero esta vez, esa serenidad le resultaba incómoda. Mientras su madre y los abuelos intercambiaban abrazos y palabras afectuosas, Haruka se mantuvo en silencio, observando desde la distancia.
“¡Haruka! ¡Ven aquí, querida!” Su abuela la llamó con una voz suave pero firme, extendiendo los brazos hacia ella.
Haruka se acercó lentamente, permitiendo que los brazos cariñosos de su abuela la rodearan en un abrazo familiar. La fragancia a lavanda del perfume de su abuela le trajo una avalancha de recuerdos. Años atrás, ese abrazo siempre la había hecho sentir segura, como si nada en el mundo pudiera dañarla mientras estuviera en el regazo de su abuela. Pero ahora, incluso ese gesto cálido y amoroso parecía no poder llegar al vacío que sentía en su interior.
“Has crecido tanto,” dijo su abuelo, acercándose para darle un fuerte abrazo. “Tu madre nos ha contado todo sobre lo bien que te va en la escuela.”
Haruka sonrió tímidamente, sintiendo una presión en su pecho. No era que no apreciara el cariño de sus abuelos, sino que no sabía cómo corresponderlo en ese momento.
Durante la cena, el comedor se llenó del bullicio familiar que Haruka había esperado. Los abuelos, con su habitual calidez, servían los platos tradicionales del Chuseok: songpyeon, jeon, bulgogi. Cada plato estaba lleno de recuerdos, de años anteriores, de festivales, de celebraciones en las que todos estaban juntos. Este año, sin embargo, todo parecía teñido de una tristeza sutil que todos evitaban mencionar.
“Tu padre amaba el songpyeon,” comentó su abuela en un momento, con una sonrisa nostálgica en los labios. “Siempre se comía la mitad de la bandeja antes de que los demás pudieran probarla.”
Haruka bajó la mirada, sintiendo un nudo formarse en su garganta. No sabía cómo reaccionar. El nombre de su padre flotaba en el aire, como una presencia ausente pero poderosa. Los abuelos hablaban de él con cariño, como si mencionarlo fuera una forma de mantenerlo cerca, pero para Haruka, cada palabra sobre su padre la hacía querer huir.
Resonancias

Su madre, siempre elegante y controlada, notó el cambio en la atmósfera. “Quizás deberíamos hablar de otra cosa,” dijo suavemente, pero sus palabras no lograron disipar la sensación de pérdida que flotaba en el aire.
Haruka apenas habló durante la cena. Los abuelos le hicieron preguntas sobre la escuela, sobre sus amigos, sobre la vida en Japón, y ella respondió lo necesario, pero su mente estaba lejos. Cada vez que sus abuelos mencionaban a su padre, o recordaban alguna anécdota, Haruka sentía como si el dolor que había estado evitando durante meses comenzara a filtrarse, desbordándose lentamente.
Más tarde, mientras todos se retiraban a sus habitaciones, Haruka se quedó sentada en la pequeña sala de estar, mirando el jardín a través de las puertas de cristal. La luna iluminaba suavemente las flores que su abuela cuidaba con tanto esmero, pero la belleza de la escena no lograba calmarla.
“¿Estás bien?” La voz de su madre la sacó de sus pensamientos. So-Yun se sentó a su lado, su rostro reflejando una preocupación silenciosa.
“Sí…” murmuró Haruka, pero ambas sabían que no era verdad.
So-Yun tomó la mano de su hija. “Es normal sentirte así, Haruka. Todos lo extrañamos.”
Haruka apretó los labios, sin saber qué decir. Su madre era fuerte, siempre había sido fuerte, y Haruka sentía que no podía mostrarle su debilidad, que debía ser igual de fuerte para no preocuparla.
“Si necesitas hablar, estoy aquí,” dijo So-Yun, su voz suave y llena de comprensión. Pero Haruka solo asintió, sin atreverse a abrirse.
Al día siguiente, Miyu llegó. Haruka estaba nerviosa mientras esperaba en la estación de tren. No había visto a Miyu en unos días, y aunque se alegraba de que su novia hubiera aceptado acompañarla, no podía evitar sentir que había algo entre ellas que no se había dicho.
Cuando Miyu apareció entre la multitud, su sonrisa iluminó la estación. Corría hacia Haruka, sus pasos ligeros y llenos de energía, como siempre. Miyu la abrazó fuertemente, y aunque Haruka sintió un alivio inmediato en el calor de su abrazo, también sintió una punzada de culpa.
“¿Cómo ha ido todo hasta ahora?” preguntó Miyu cuando se soltaron del abrazo.
Haruka sonrió, pero no era una sonrisa real. “Bien… más o menos.”

Miyu la miró con curiosidad, pero no presionó. “Bueno, ahora que estoy aquí, todo mejorará,” dijo con una risa suave, tratando de aligerar el ambiente.